El año pasado la fotógrafa cochabambina Kelly Ledezma presentó su exposición llamada “Conoce a Marías y Marios” en Kiosko Galería, lamentablemente tuve la desdicha de asistir, había poca gente, la de siempre, el mismo círculo vicioso de clase media-alta que vive al tanto de las nuevas exhibiciones de arte en el centro cruceño. La artista ha retratado a una serie de personas en las cabinas fotográficas del mercado La Ramada, lugar al que asistimos personas de sectores populares, no solo de origen “surandino” como afirma la autora. Los locales del mercado son bastante concurridos por sus precios bajos y rapidez en el servicio.
Las fotos de Ledezma enfatizan en los detalles de la ropa de estas personas, las estéticas floridas en las blusas, las polleras onduladas y las joyas brillantes en las mujeres; las camisas estilizadas, los pantalones ceñidos y los peinados extravagantes en los hombres. La autora exhibe este tipo de retratos que, debo reconocer, tienen una belleza excepcional, llaman la atención y pueden ser motivos para remover importantes y valiosos debates en torno a cómo los sectores populares vamos construyendo nuestras estéticas e identidades en el espacio político y social de la urbe cruceña. Podríamos reflexionar sobre cómo las formas de representación del cuerpo se entrelazan con estéticas influidas por la herencia cultural propia y ajena, podríamos hablar de una nueva perspectiva queer-andina que va redimensionando su discurso ornamental-corporal-disidente en el escenario de la migración, podríamos analizar mil cosas sobre las estéticas urbanas que habitan la ciudad. Con lo que no estoy de acuerdo es con empezar estas reflexiones excluyendo al sujeto en cuestión, y esa es una práctica racista muy común al interior del arte en Bolivia. Trata de entender el universo social del otro sin entablar diálogo, sin escucha ni acercamiento directo, sin democratizar el conocimiento y las dinámicas culturales que ofrecen los museos, las galerías y los centros culturales con las personas a las que osamos convertir en objeto de estudio.
La descripción que ofrece la autora a la hora de visitar la exposición es un texto pobrísimamente argumentado, basado en la “observación” y “vivencia” propia, validando su visión hegemónica sobre estas personas por el simple hecho de haberlas “observado”. De esa manera se justifica la mediocridad a la hora de emprender un proceso creativo que merece un poco más de esfuerzo.
En el “open day” realizado en Kiosko el pasado septiembre, una amiga se acercó a la Ledezma para preguntarle por qué ninguna de las personas fotografiadas estaba presente. Kelly respondió “Eso es difícil porque ellos son muy cerrados”. Esa fue la respuesta del clasismo estructural que critico en estas líneas, creer que todo lo ajeno a los círculos culturales es “cerrado”. Yo me atrevo a afirmar que los cerrados son los ambientes artísticos, la mezquindad del arte y la poca voluntad política de los y las artistas para democratizar el proceso de construcción de una obra. Me atrevo a decir que cerrada es la mente de quien convierte a los otros en seres incapaces de comprender lo que se habla, reflexiona y muestra en los espacios de arte.
Este tipo de actitud clasista y racista es el narcótico preferido del arte boliviano, gente brindando con vino en las inauguraciones, convirtiendo a las personas en objetos exóticos de exhibición y entretenimiento de las élites que gozan de una creatividad superficial y estéril, artistas que no hacen ni el mínimo intento de profundizar en sus propuestas, reducidos a tomar una foto, exponerla y descaradamente ponerle un precio. El ejemplo de “Conoce a Marías y Marios” es uno entre tantos. Se trata de una práctica que incluso varios “influencers” utilizan para ganar seguidores en redes sociales, se fotografían al lado de personas “comunes”, usándolas como escenografía para verse cool. La lógica es la misma, capitalizar cuerpos que no son suyos, la impunidad del racismo naturalizado.
El mismo sentimiento tuve cuando asistí a la inauguración de la expo “Entre toldos” de Alejandra Meschwitz en el Centro de la Cultura Plurinacional el pasado 31 de octubre de 2018, una muestra fotográfica de los mercados cruceños con bastante presencia de mujeres carniceras, verduleras y comerciantes de todo tipo. También fue una inauguración vacía y excluyente, supongo que la autora no está enterada de que existen un sinfín de organizaciones y asociaciones al interior del mercado a las que pudo haber mandado una invitación, también supongo que la dirección del CCP no se molesta en lo mínimo para que las cosas que se exhiben en sus paredes respondan a los principios de plurinacionalidad que su centro cultural lleva por nombre, tamaña paradoja. Supongo que, en el caso de Kelly, también pudo haber dejado una invitación colada en los locales fotográficos que tanto se dedicó a “observar”, no sé.
Las fotos de Ledezma siguen paseando por otros espacios de arte, actualmente se exhiben en las paredes de una cafetería al interior de La Federal, convertidas en paisaje, expuestas en el anonimato, la exclusión y el adorno. Lamento la falta de visión de las compañeras que manejan ese espacio cultural, pero no lo juzgo, el racismo como el clasismo son fenómenos estructurales que están lejos de desmontarse.
Debemos aprender a identificar estas groserías clasistas de quienes creen que bajo el rótulo de “artistas” pueden gestionar la circulación creativa de las subjetividades de lo cholo, lo marginal y lo popular. Debemos dejar de confundir la creatividad con saqueo. Debemos criticar la satrapía de las élites que -de manera intencional o no- exotizan todo lo que consideran diferente para exponerlo en una pared, además cobrar por ello e instalar una mirada hegemónica y racializada de las estéticas populares. Debemos comprender que la circulación artística en los márgenes tiene valor propio en el cotidiano, son ficciones con vida propia y merecen tener voz propia. La validación superficial de una pared de museo, centro cultural o galería de arte debe convertirse en la oportunidad de escuchar y acercarnos a un horizonte diverso y justo para todos y todas, y no para profundizar las grietas de la exclusión, la desigualdad y el racismo.
Christian Egüez, es Marica y Marginal, activista de las disidencias sexuales.